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El ritmo sagrado del Japón llega al Jardín Japonés Punta

Este domingo 20 de julio, el jardín se llena de sonido, vibración y significado.

¿Por qué ver taiko en vivo?

 Taiko (太鼓), el arte ancestral de los tambores japoneses, nos sacudirá el cuerpo, atraviesando el alma y despertando lo dormido e invisible dentro de cada ser vivo.

Antiguamente se creía que era el único sonido terrenal que los dioses podían oír. Por eso, cada golpe no es solo música: es una oración, una invocación, un puente entre lo sagrado y lo humano.

Hechos con madera de árboles sagrados, los tambores japoneses wa-daiko (和太鼓) se vinculan culturalmente en Japón con cosechas, batallas, celebraciones y danzas.

Hoy, siguen recordándonos lo esencial: un corazón que late con fuerza puede transformar el mundo.

Vení a sentir cómo el silencio del jardín se enciende con cada golpe.

Jardín Japonés de Punta – Domingo 20 de julio

14.15hs en el Portón de la Vida

Ritual, ritmo y emoción en cada vibración.

Descripción de los instrumentos

*Shime Daiko (Tambor Pequeño)*

 El shime daiko es un tambor mucho más pequeño y tiene un tono más
agudo en comparación con el nagado daiko. Esto se debe tanto a su
tamaño como a su método de fabricación.

El shime daiko
utiliza cuero de vaca montado sobre aros de metal que se atan con
cuerdas, lo que permite ajustar su tensión. Esto genera un tono alto
y ligero, en contraste con el sonido profundo y resonante del nagado
daiko.


 *Okedo Daiko (Tambor de Barril)*

El okedo daiko tiene un diseño con cuerdas similar al shime daiko, pero es más grande y generalmente se toca colgado con una correa sobre el hombro. Esto le da al percusionista libertad de movimiento.

A diferencia del nagado daiko, el okedo daiko no se construye a partir de un tronco único, sino con una serie de tablas de madera pequeñas, ensambladas como un barril. Es un tambor muy versátil, tanto en tamaño como en tono.

*Ō-daiko (大太鼓)*: el corazón que retumba en el cielo

Entre todos los tambores japoneses, el Ō-daiko, cuyo nombre significa literalmente “gran tambor”, es el más imponente y reverenciado. No solo por su tamaño —que puede superar los dos metros de diámetro—, sino por la fuerza espiritual que se le atribuye desde tiempos antiguos.

Fabricarlo puede llevar hasta cinco años, desde el secado natural de la madera hasta el tensado artesanal del cuero, generalmente de buey. Por eso, más que un instrumento, se considera un ser vivo que respira y vibra con cada golpe.

Se ubica en el centro del escenario, no solo por razones acústicas, sino por respeto. Frente a él, los percusionistas no simplemente ejecutan una partitura: se enfrentan a su propio centro, con disciplina física y entrega emocional total.

La Cesta De La Compra